Te veo como un milagro,
sentada con los rayos del sol sobre ti,
de blanco
y me atrevo a pensar que eres un ángel.
Me acerco y te beso, me muerdes
y te muerdo,
te abrazo y siento tu cuerpo tibio y suave
que se agita poco a poco.
Llego y toco el cielo
con tus manos en mis manos
con tus ojos expresivos
y piadosos.
Siento tus palmas por mi cuerpo,
quemando con un fuego apasionado,
me entrego a los pecados de ti,
y de mí, sin importar más nada.
Y llega la redención de tu sonrisa,
la veo y me perdono todo cuanto pienso,
me dejo llevar por el templo de tu cuerpo
donde me siento un templario resguardando tu tesoro.
Me pierdo en esa mirada encendida,
que me habla de todo lo prohibido,
me explica lo oculto por mil años
y me siento esotérico experto.
Te envuelvo en el velo de las sábanas,
y todo se vuelve un edén,
nos miramos y admiramos el milagro
de tenernos cara a cara y piel con piel.
Me sujetas con cadenas de ternura
y sólo busco el castigo de tus labios
esos que maldicen por no ser besados
y que hablan de hechizos tan arcaicos.
Al final nada importa porque te amo,
como sea y como seas,
que yo quiero pecar y redimirme en ti
mi santa diabla, tan humana.
FABO