Las luces se desvanecen poco a poco
y las paredes se tornan de blanco a un rojo pálido
seductor y palpitante
como nosotros a media luz.
Poco apoco un velo cubre el cuarto
mientras otro cae de nosotros,
la tenue luz roja nos convierte
en un adorno más de la habitación.
Se acaban las inhibiciones
y de pronto todo es una mezcla,
el buró, la lámpara
el reloj
y nuestros cuerpos.
Todos en la misma escena
que nos remonta tanto a una guerra
como a una completa rendición
ambos somos conquistadores y conquistados.
Nuestros rostros
ahora trascienden la figura de nosotros
y se mimetizan con el ambiente,
nos volvemos uno con nosotros
y con el universo.
Y poco a poco la calma llega
la respiración agitada
y al alma también.
El cuarto comienza a desdibujarse,
el rojo se diluye en las paredes blancas,
sólo queda ese resquicio de nosotros
con el rojo intenso,
mi sitio favorito
de la esquina de tu cuarto.
FABO
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