Aún no era tan tarde, sin embargo la noche llegaba antes junto con las nubes arremolinadas y grises; yo estaba sentado esperándola, con esas ansias que te hacen mirar insistentemente el reloj sólo para notar que no se mueve ni un segundo la manecilla, había comprado unas rosas con gardenias, porque de unas les gusta su color y de las otras su aroma, la lluvia amenazaba con llegar fuerte, pero no me inmutaba, había quedado de verla en ese justo lugar y no me movería por nada del mundo; ya se había tardado pero eso es normal en las chicas, siempre llegan un poco tarde porque verse así de bellas a veces también les toma tiempo, aunque siempre se vean hermosas como era el caso de ella; entonces la lluvia comenzó más fuerte y más fuerte, sin embargo no había ningún lugar donde resguardarme, así que decidí resignarme y esperarla, metí las flores bajo el saco tratando de protegerlas lo mejor que se podía; el tiempo pasaba y la lluvia permanecía, al fin cuando los faroles de la calle se veían más claros en una noche muy obscura decidí marcharme, con ese vacío que se siente en el estómago; porque ahí es donde se siente de verdad, me dí la media vuelta y caminé, tome las flores y las observé con melancolía; en eso, sentí su mano cálida sobre mi hombro, giré, y la vi tan radiante como un sol, en ese momento dejó de llover...
FABO
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