La música suena débilmente,
nuestros corazones se escuchan cada vez más fuerte,
tu mirada y la mía se cruzan
y las distancias se acortan.
Tus labios rojos se acercan peligrosamente
y yo me dejo llevar por ese volcán de seducción
perdiéndome en el calor de la lava que expulsas
entre cada respiración.
Poco a poco la temperatura aumenta,
una gota recorre tu frente y desciende lentamente
marcando el camino que mi boca debe seguir,
yo me dejo llevar como un ciego, para perderme en ti.
Tu cuello gira y mis labios le siguen,
de pronto pierdo noción de mis movimiento
quedándome cautivo en los tuyos,
soy sólo un reflejo de tus instintos.
Me pierdo en tus hombros suaves,
en tu huesos delgados, en tu pecho agitado
en tu abdomen plano,
en tu cintura exacta.
Poco a poco los obstáculos desaparecen,
así como el tiempo y el espacio,
sólo tenemos ésta breve eternidad para nosotros
donde buscamos ocupar el mismo espacio
al mismo tiempo.
A media luz te percibo más brillante,
tus manos saben fielmente dónde encontrarme,
mis manos conocen tu cuerpo de memoria,
te recorro toda sin necesidad de un mapa
pues no hay nada como adentrarme en ti.
Por un instante dejamos de ser materia
para volvernos etéreos,
somos las mezcla perfecta
entre milagro y perdición.
La calma llega, y la respiración no la alcanza,
tu cuerpo aún se agita sobre las sábanas de mi piel,
miro tus ojos grandes, miras mis manos temblando,
miras mi expresión exhausta, y sin decir nada,
tus labios rojos se acercan peligrosamente.
FABO