lunes, 16 de junio de 2014

El libro de Ana...

La lluvia sonaba estrepitosa contra las ventanas, y la noche parecía estar en su apogeo; fue entonces que sonó el timbre, entre sueños le pareció escuchar el típico sonido del llamado a su puerta, abrió los ojos lentamente y fijó su atención en sus oídos, de nuevo la campana, giró hacia la derecha y parpadeando varias veces tomó su reloj; las tres de la mañana, frunció el ceño tratando de imaginar quién podría ser a esta hora y con este clima. Se levantó, se puso la bata y la sandalias, se frotó el rostro tratando de despertarse por completo, prendió la lámpara del buró y la tenue luz de noche alumbraba sólo lo suficiente para poder observar la salida de la habitación, caminó lentamente hacia el interfono, "¿Quién?" , preguntó con su voz algo ronca y le sonó extraña a sí mismo, "Soy yo, Ana", en ese instante sintió el corazón palpitar con la fuerza de mil caballos, si miraba con atención podía notar el movimiento en su pecho, el sudor frío que le recorría la frente, las manos temblorosas y el nudo en el estómago, no había duda, era Ana, pues sólo ella podía provocar esas reacciones con el simple sonido de su voz, de todo el mundo de respuestas pensadas y ensayadas para ese momento sólo pudo responder "Pasa" , el tiempo que le tomó subir los escalones fue de muerte y resurrección por la incertidumbre, ¿A qué venía?, ¿Por qué?, ella había decidido marcharse hacía algo de tiempo, alegando que había alguien más en su vida, no precisamente mejor, pero si era lo que quería por el momento, y no era la primera vez que sucedía, "Soy un tonto, no debo recibirla, no debo hablarle ni ayudarla, cree que siempre estaré para ella y que mi mundo gira en torno a su mundo, sabe bien que es mi sol y yo sé bien que no soy nada, tal vez me quiera o no, tal vez simplemente no tiene a donde ir esta noche y yo como siempre soy su última opción, sin embargo la opción de siempre, el de nunca y el de siempre, el que la ama y al que abandona como un libro que de tantas veces de ser leído pierde el interés hasta que lo encuentras un día de la nada en la repisa, entonces es de nuevo el interés aunque ya sepas lo que dirá, siempre causa expectativa el recordar esos detalles que ya no se tienen tan claros, ese final tan esperado que aún te sigue sorprendiendo, lo amarás, lo disfrutaras, lo sentirás y finalmente lo volverás a poner en el estante, al lado de los otros, y lo dejarás esperando el día en que vuelva a ser leído". La puerta sonó con un tímido golpeteo, puso la mano en la perilla, sin el valor de abrirla, a sólo tres centímetros se encontraba Ana, ...ella..., respiró profundamente y abrió la puerta. Ahí estaba ella, con una pequeña maleta, toda empapada, su cabello negro le caía sobre los hombros escurriendo gotas de agua, la cara también empapada y los ojos lloviendo por dentro; se quedaron mirando por un instante. La última vez que se habían observado de esa manera, ella se dirigía en la dirección opuesta. "¿Puedo pasar?"  le dijo con la voz entre cortada por el frío y los nervios, se le notaba en como sostenía la maleta moviendo los dedos, siempre tenía que mover las manos cuando estaba nerviosa, él no dijo nada y sólo se movió de lado para permitirle la entrada, ella entro y se quedó parada junto al sillón azul, el que habían comprado juntos, a él no le gustaba tanto pero a ella le fascinaba, y cómo decirle que no cuando te pedía algo con esa mirada. "Traeré una toalla" dijo mientras caminaba al baño, al sacar la toalla del gabinete, sintió como sus manos temblaban aún más, se miró al espejo, y por un instante notó que una sonrisa se asomaba en sus labios, por qué le hacía tan feliz verla, si ella era la causa de toda su infelicidad, salió y le dio la toalla. Se sentó al lado de ella después de preparar café, ella lo observaba sin decir nada, justo cuando iba a hablar él la detuvo, "No necesito explicaciones, lo que importa es que estás aquí", ella lo miró y se notaba que contenía las lágrimas sólo por el orgullo de no mostrar sus equivocaciones, ella lo sabía bien, él era todo lo que siempre había buscado y cuando lo encontró ya no supo que hacer más que romperle el corazón, con ella era algo inevitable, "¿Por qué sigues estando ahí para mí a pesar de todo?" , le dijo con la mirada perdida en la ventana viendo como las gotas escurrían y hacían figuras con la luz del faro de la calle, "Por la misma razón por la que tú me sigues buscando, a pesar de todo", parecía que la respuesta le caló en lo más profundo, ella sabía que era verdad, sin embargo también tenía presente que volvería a destruirlo al quedarse con él. ¿Y tú por qué crees que regresé?" soltó a manera de no sentir que le ganaban la batalla, ese orgullo, el de siempre, es el que hablaba; él la observo mientras sostenía la tasa de café humeante, "Porque tú mi querida Ana, eres una ávida lectora y yo... yo soy tu libro favorito que colocaste en este estante para que al recordar que amas esta historia pudieras venir a leerlo de nuevo", Ana se quedó sin palabras, "ahora ve a la recamara, conoces todo lo que hay, descansa que mañana volverás a ser la misma", ella tomó su maleta y se dirigió al cuarto, "Tienes razón" le dijo antes de entrar, se detuvo un momento "Gracias", y cerró la puerta, "Gracias a ti, mi querida Ana, por abrir de nuevo esta historia" pensó el, y por fin sus manos dejaron de temblar.

                                                                                                     FABO        

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