jueves, 24 de abril de 2014

La fuente de piedra...

La hacienda de Los Pavo Reales había sido por mucho tiempo una de las más grandes e importantes que habían existido en México, sus verdes campos eran famosos por tener los huertos más bellos de manzanas y guayabas; la vid de los mejores vinos de la región y los caballos más bravos y altaneros; su arquitectura era hermosa, el casco recubierto de cantera rosa, las caballerizas de madera adornada con piedra de río, en fin, era un gusto verla; su dueño era uno de los charros más ricos que se hayan conocido, era amable con su gente y trabajador, sin embargo, siempre estaba sólo y era muy reservado, nunca se le conoció familia ni mujer alguna; lo que la gente no sabía es que el charro estaba enamorado de la hija de uno de sus sirvientes, la quería tanto que mando a hacer un jardín lleno de flores de jazmín, azahares y rosas que eran sus flores favoritas y justo en el centro una gran fuente de piedra sólida bellamente adornada con jilgueros y cenzontles sólo para ella. Justo a la media noche se veían en la fuente y él le decía que renunciaría a todo por ella, ella también lo amaba y le respondía que lo dejara todo y se fueran juntos, para ser felices y comenzar una vida donde nadie supiera quienes eran, donde pudieran comenzar una nueva vida juntos. A la noche siguiente el charro aceptó y le dijo que preparara sus cosas, pues se fugarían con la próxima noche sin luna, para que la obscuridad pudiera ocultar sus pasos, ella aceptó, se besaron como si la vida se les fuera en ello y se despidieron; lo que no supieron es que uno de los capataces que estaba enamorado de ella los había seguido, sospechando de sus amoríos; el capataz ciego de celos se decidió a que el charro jamás se llevaría a su amada. La noche obscura llegó, el charro se puso su mejor traje, el negro con botonadura de oro y el corbatín de ceda rojo, las botas de campero y preparo su caballo con la mejor silla en su colección, tomó algo de dinero y se fue a la cita con su amada. Al llegar la vio sentada en la fuente, con su vestido blanco y el reboso verde de seda que le había regalado, con su cabello negro trenzado y los labios rojos como las manzanas de los árboles del huerto; se miraron con toda la ilusión de amarse para toda la vida; en ese momento escucharon el crujir de la hierba y al girar pudieron observar al capataz, completamente borracho y con una pistola en la mano, lo siguiente que se escuchó fue la explosión de la pólvora y el golpe seco de la bala atravesando el traje negro y el corazón del charro, el cual quedó tendido ahí. La mujer lo sostuvo en sus brazos, el capataz se acercó a ella, la miró con dolor y con odio, al mirarla comprendió que jamás lo querría, la cargo hasta la fuente y en ella la ahogo. Tomó el dinero del charro y se subió al caballo para escapar a todo galope, pero al estar tan obscuro no notó la zanja que había detrás de las trancas, al saltarlas el caballo cayó en la zanja y el capataz sobre las piedras golpeándose la cabeza y muriendo al instante. Después de que el charro muriera, Los Pavo Reales no volvió a ser lo mismo cayendo en la desgracias y finalmente extinguiéndose. Sin embargo, hay quien dice que en las noches sin luna, se alcanza a apreciar la sombra de un charro que llega a la fuente y que de la fuente sale la forma de una mujer hecha de agua y que ambos se funden en un abrazo volviéndose uno mismo, como siempre lo quisieron. Ahora tienen toda la eternidad para estar juntos en su propio paraíso.

                                                                                                                          FABO

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