martes, 15 de abril de 2014

Con el rostro al sol...

Me acuesto sobre el verde césped,
cierro los ojos y siento el sol en el rostro,
de repente todo está bien,
de repente no hay nada más.

               Escucho la vida que crece
               alrededor de mi cuerpo inmóvil,
               sonrío
               y el viento juega entre mis ropas.

   Me estiro y siento cada parte de mí,
   creo que por fin estoy vivo
   o por lo menos me gusta imaginarlo,
   el mundo es completamente mío por unos segundos.

           Suena la vida fuera de esta muralla,
           la ciudad trata de gritar para despertarme
           de este trance en donde me siento vivo
           por completo, y yo no la escucho.

  Medito si no es éste momento en el que por fin estoy vivo,
  si en realidad todo el tiempo estoy dormido
  y  ya he logrado despertar
  en un hermoso sueño que se siente tan real.

            El calor penetra hasta mis huesos
            y mi cuerpo reacciona,
            estoy a punto de abandonarme por completo
            para que el universo haga conmigo lo que quiera.

  Qué más da el trabajo,
  el dinero, tu ausencia, etc.
  qué más puedo pedir que una sonrisa verdadera
  que sale de mi boca sin ninguna razón aparente
  más que el simple hecho de ser feliz.

           Aquí no hay despedidas ni nada que perdonar,
           no hay errores ni traiciones,
           no hay amargura ni soledad,
           soy yo conmigo mismo y eso me basta.

 Abro los ojos lentamente
 y el sol hace figuras extrañas que me deslumbran,
 pareciese un teatro de marionetas hechas de luz
 que me hacen sentir como un niño pequeño.

          Me levanto lentamente
          y regreso a este mundo,
          pero en esta ocasión
          algo de esa vida se va dentro de mí.

                                                                                     FABO