Cuando la conocí,
sus ojos me hablaron desde lejos,
yo la vi con toda esa verdad sincera
con la que se hablan los extraños.
Ambos hablábamos otra lengua
y nos entendimos perfectamente,
reímos, cantamos, nos abrazamos
nos quisimos.
La noche nos olvidó y nos dejó seguir,
el amanecer nos encontró
por más que quisimos ocultarnos
y nos perdimos por las calles.
Al despertar, nos miramos,
esta vez sus ojos me hablaron de cerca,
su sonrisa asomaba la melancolía
de saber que era una despedida.
Nos dijimos te quiero,
cada uno en su idioma
pero ambos sentimos ese vacío
de decirlo para escucharlo por sólo esta vez.
A veces pienso en ella
y ella piensa en mi a veces,
lo sé porque cuando la recuerdo sonrío
y eso sólo pasa cuando el recuerdo es correspondido.
Algún día recibí noticias de ella,
desde su lejanía y con sencillez
me mandó sus recuerdos
y yo... le mande los míos.
FABO
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