Las horas se alargan como noches infinitas
y tu ausencia se siente como un abismo
donde caigo a cada instante y a cada paso,
por más que trato de aferrarme a tu recuerdo.
Me siento preso de la melancolía
con sus barrotes de olvido infranqueable
que me encierran bajo las estrellas
con promesas de falsa libertad.
La violencia con que me arrastra la marea
de ese mar de tu olvido
me lleva a estrellarme en las rocas
y me desgarra cada parte de mi cuerpo
volviéndome simples granos de arena.
Miro mi reflejo agotado de tanto verlo,
deshecho, siendo un despojo de mi mismo,
como una historia que de tanto ser contada
comienza a perder el sentido.
Me muevo como una marioneta
sujeta a tus manos temblando de miedo,
y aún a sabiendas de que así es
me dejo manipular por tu mano poco diestra.
Te miro y no puedo dejar de hacerlo,
tal vez porque tengo miedo de que al apartar la mirada
tu espejismo desaparezca en el desierto de no tenerte
porque sólo eres un oasis que me da lo justo
para seguir viviendo.
No olvido tus besos en cada rincón furtivo,
ni los pasos que dimos en calles desiertas,
ahora me mezclo furtivamente en esas calles
donde existen tus besos desiertos.
Hoy me siento nocturno y fugaz,
como un cometa que pasa sin ser notado
como la estrella que brilla detrás de los densos nubarrones
estando siempre para ti sin que me notes.
Caminare a ciegas, aceptando al mundo como es
siempre que existas en él
con todas sus imperfecciones
mientras yo te encuentro perfecta,
sólo para mi.
FABO