miércoles, 19 de marzo de 2014

La caja de madera...

Aquella vez, el hombre iba más feliz que de costumbre, atravesaba las calles casi corriendo pero con mucho cuidado de no dejar caer la caja de madera con hermosos adornos que llevaba en las manos, era una caja mediana de un color ocre, las puntas tenían un hermoso adorno dorado, en el frente una pequeña placa en un idioma que parecía ser extranjero y sobre la tapa una placa similar pero más grande y con unos gravados hermosos que envolvían aquellas palabras que sonaban a conjuro mágico. Hoy era el cumpleaños de su hija, siete años, el sólo repetirlos en su mente lo hacían sentir más viejo y a ella aún más niña. Había intentado encontrar el regalo perfecto por todas partes, fue a las dulcerías más exclusivas así como a las jugueterías de moda, vio caramelos de colores bañados en salsas de frutas exóticas pero nada le convenció, admiró los hermosos trenes construidos en esos países tan lejanos y los autómatas que sorprendían con artes de magia; pero tampoco hubo algo que le llamara para su pequeña, el tiempo se agotaba y no quería llegar con las manos vacías al encuentro de su amada niña. Después de haber andado por toda la ciudad ya caía la noche y era hora de regresar a casa, finalmente pensó que lo mejor sería llevarle un caramelo y un juguete, esperando que ella los disfrutara; dio media vuelta y en un callejón se le acercó un hombre de apariencia extraña que le hizo un ademan con la mano; su ropa era de la época pero con adornos extraños, el pantalón y el chaleco no parecían estar combinados, el abrigo que lo cubría era de una tela que no le parecía familiar y el sombrero que cubría su cabeza era de un estilo muy distinto a los que él había visto en su tienda de sombreros de siempre, "Usted tiene cara de estar buscando una maravilla, un regalo sin igual, algo que impresione a esa persona y que nada en el mundo vuelva a ser igual para ella"; el hombre lo miró fijamente con inquietud tanto por su expresión como por su atuendo "Es verdad caballero, que busco algo similar, es el cumpleaños de mi hija y quisiera darle algo extraordinario", el extraño caballero se le acerco aún más y de una pequeña bolsa de su abrigo sacó la caja y se la mostró, a simple vista no tenía nada de extraordinario, el hombre la tomó y lo miró con recelo, aquel extraño personaje le hizo un ademan para que la abriera, lo que el hombre pudo observar ahí de no haberlo visto con sus propios ojos jamás lo hubiera creído... "Pero... esto... ¿qué clase de magia es?...esto no es posible!!!" replicó al cerrarla; "Mi estimado señor, esto como usted bien acaba de decir no es posible, sin embargo, usted tiene esta imposibilidad en sus manos, la sostiene y lo sabe real porque lo ha visto, si usted así lo desea puede ser el dueño de tan magnífico objeto, claro está adquiriendo todas sus responsabilidades", "¿pero por qué alguien quisiera deshacerse de algo tan magnífico?", "Yo no soy capaz ya de cuidarlo, me come el tiempo, la mente, no vivo tranquilo y usted se ve buena persona, así que quisiera dárselo a sus cuidados y dejar su destino entre sus manos siempre y cuando siga estas sencillas reglas", el hombre escucho atento cada palabra asintiendo y prestando atención a cada detalle, finalmente accedió, guardó la caja y dio a ese hombre extraño el dinero que tenía dispuesto para el regalo, dio media vuelta y siguió su camino, en ese momento recordó que no había agradecido al hombre por la caja y al girar de nuevo ya no lo encontró. Por fin al llegar a casa colocó su abrigo y sombrero en el perchero, subió las escaleras hasta llegar al cuarto de la pequeña y la encontró ahí sentada en el suelo jugando con sus muñecas, se levantó presurosa y beso su mejilla, "Papá, que bueno que llegas, mira lo que me regalo Nina, son hermosas, las amo de verdad" en ese momento entró Nina quien tenía una sonrisa pues también quería a la niña con todo el corazón, "Se ha portado muy bien señor, la he dejado comer doble postre, ya sabe, por ser su cumpleaños, y me tomé la libertad de traerle un pequeño presente, espero no le moleste" el hombre la miró con una sonrisa "Gracias Nina, sabes que eres parte de la familia, ahora eres libre de irte cuando gustes, sé que tienes esa cita" "Si señor, estoy un poco nerviosa, pero bueno, muchas gracias y buenas noches" "Eres linda Nina y a las mujeres como tú siempre les va bien" le contesto el hombre mientras bajaban por la escalera, se despidieron y el hombre cerro la puerta; revisó bien que no hubiera nadie, cerró las ventanas y llamo a la niña; ella bajó rápidamente "¿Creías que habría olvidado tu cumpleaños?" dijo mientras extendía la mano con la caja de madera, la niña la tomo entre sus manos como un tesoro mientras irradiaba una enorme sonrisa, "Ábrela con cuidado" y así lo hizo, sus ojos se quedaron fijos, no podía creer lo que veía "Papá... ¿pero esto es... es real?", "lo es cariño, lo es" el hombre se acercó a la caja y se agachó hasta ponerse a la altura de la niña "Tu madre y tú siempre han sido lo más precioso para mí, tristemente tu madre nos tuvo que abandonar antes de tiempo, sin embargo nos tenemos tú y yo, y yo por ti soy capaz de todo, yo quiero darte el mundo por completo y por fin encontré una manera de dártelo, ahora eres dueña del mundo" los ojos del padre mostraban un frenesí, incredulidad y a su vez esa soberbia que sólo pueden entender los poderosos, la niña miraba aquella caja sin moverse ni un milímetro, la veía con inocencia y benevolencia, así como con extrañeza he incredulidad, ella no sabía bien a bien qué hacer con esa caja, sabía que era importante pero no comprendía qué haría con ella, acaso jugar y dejarla a un lado cuando se aburriera y cuando la recordara la abriría de nuevo para volver a poner sus manos en ella y ser feliz por unos instantes o tal vez la arrumbaría por años, no sabía bien cuál sería el destino que le daría a esa caja pero aún a su corta edad sabía que el destino de esa caja dependía de ella, sólo de ella y de nadie más. Cerraron la caja y subieron al cuarto de la pequeña, "Su padre la arropó y le deseo feliz cumpleaños" ella lo beso y abrazó cariñosamente y se acomodó para dormir, no podía esperar para jugar con su caja por la mañana. 

Ustedes se preguntaran qué es lo que había en esa caja, pues bien, simple y sencillamente se encontraba un mundo, con personas tan diminutas como hormigas que caminaban a sus casas y a su trabajos, que reían y lloraban, que se enamoraban, que vivían observando el cielo que se formaba, la lluvia, la vida y la muerte, cada que la caja se abría las pequeñas personas no lo notaban y al meter los dedos dentro de ella las personas no los veían, sin embargo el dueño era capaz de aplastarlos o ayudarlos, de levantarlos por los aires u oprimirlos hasta el fondo de la tierra; a su antojo podía cambiar un bosque o el cauce de un río; todo con las instrucciones que le dio aquel hombre extraño, se podía hacer llover, de manera muy sencilla se podía dar la vida a alguien o arrebatarla. Era un mundo completo, era el mundo de esas diminutas personas y ahora una pequeña niña, era su dios. 

                                                                                                                 FABO

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