Antes solía llamarte fuerte,
casi a gritos,
para que a la distancia me escucharas,
para que supieras que te llamo aun en sueños
y mis sueños recurren a ti.
Hoy ya no puedo gritar más
mi garganta duele, mis manos duelen,
mi alma duele,
ya nada se siente.
Quise esconder mis palabras en cualquier parte,
en una linea del concreto que pisas,
en el ruido de los automóviles,
en los anuncios, en el periódico,
hasta traté de tatuarme en la mirada lo que quiero decirte
por si llegaba a encontrarte de repente.
Ahora pienso que empleé mal mi estrategia,
tal vez la forma era más tenue y disfrazada,
tal vez el silencio te hubiera dicho más cosas
y me hubieras entendido tan claro como la luz
de mi lámpara de noche.
Por eso me quedo recostado, viendo esa luz de la farola
que logra colarse por la orilla de la persiana,
y que alumbra el techo de la habitación,
es igual que tu sonrisa que se cuela
entre mis ganas de ya no extrañarte.
Creo que buscaré llamarte de nuevo,
aunque ya no sé cómo ni cuando,
será que ya he dicho tanto sin decirte realmente nada
o será que tú lo escuchas todo sin escuchar nada.
Hoy buscare que mis palabras entren en tu alma,
pero esta vez no diré nada a tu oído,
intentare hablarte por lo bajo para que me escuches sin quererlo
hoy diré cuanto te quiero,
pero esta vez, entre susurros.
FABO