Ella estaba sentada, con su rostro absorto en el infinito, la mirada perdida como si no hubiera nada frente a ella a pesar de encontrarse rodeada de un paisaje otoñal de fondo, donde el cerro asomaba su suave alfombra marrón, el cielo en su azul profundo y las nubes altas anunciando las noticias de tiempos fríos próximos. Al entrar ella giró levemente y lo observó de reojo, "Te esperaba", le dijo sin cambiar mucho de expresión. Se notaba inmersa en una profunda idea y por supuesto que no era su intensión distraerla de sus reflexiones; así que se acercó despacio hasta hallarse justo detrás de ella. Puso sus manos sobre sus hombros y la barbilla sobre su cabello castaño con aroma a flores. Ambos se quedaron viendo por la ventana aquel hermoso cuadro pintado por la mano de Dios. Poco a poco las tonalidades fueron cambiando; amarillos y rastros de naranja, después naranjas casi rojizos; un tenue rosa bajo un azul pálido y finalmente el azul profundo acompañado de una media luna que se desplantaba sobre la punta más alta del cerro; las estrellas hacían su aparición como pequeñas luciérnagas en un jardín de ensueño. Puso sus manos sobre las de él, estaban heladas y al percatarse de ello pensó en traerle una manta para cubrirla de esa promesa de un invierno frío; justo cuando se disponía a moverse le sujetó firmemente de las manos; "Anoche, amor mío, te he soñado como nunca antes, nos he visto caminar en el campo, por el puente de piedra que está junto al río, caminábamos como siempre lo hemos hecho, lado a lado; sin embargo, al asomarme al río sólo pude ver mi reflejo en las tranquilas aguas; al girarme ya no estabas más, sentí un nudo en el estómago y un flechazo helado en el corazón, corrí camino a casa y antes de llegar me encontraba una tumba, llena de flores blancas y una lápida que decía "Murió por un amor tan desolado" con tu sombrero sobre ella". Al terminar de decir esto pudo notar que su rostro pálido estaba lleno de lágrimas, "No debes de preocuparte por sueños sin sentido amor, recuerda que yo, como siempre lo he hecho, estaré a tu lado pase lo que pase", y diciendo esto la besó tiernamente mientras la acompañaba a la alcoba. A la mañana siguiente, pudo notar como su cuerpo, antes tibio, se encontraba completamente helado he inmóvil, el rojo de sus mejillas y sus labios se había ido con el viento de la noche así como su dulce aroma floral, tristemente se había consumido la vela que le daba brillo a su vida. Todo esto me lo ha contado anoche cuando se cumplían tres días de aquel triste suceso, la vida nos llama cuando no lo pedimos y la muerte nos lleva cuando menos lo esperamos; pero recordemos que la única razón válida para vivir o morir es el amor.
Todo lo anterior lo dijo el que hubiera sido su mejor amigo, su confidente y hermano; mientras colocaba el sombrero de su compañero de mil batallas sobre la tumba llena de flores blancas, en la cual se leía en letras cinceladas sobre la piedra fría "Murió por un amor tan desolado".
FABO