Y así de noche
me quede mirando esa estrella
que llena de ese mar en calma
se sentía absolutamente sola.
Estiré la mano y la tomé
suave,
cálida,
y radiante.
Quiero ser su protector,
pensé,
mientras ella adivinando
sonrío con inocencia.
La brisa nos llamó
pero decidimos no responder,
era nuestro momento en silencio
y eso es grande,
muy grande.
Jugamos a que yo era la noche
y ella me recorría
con sus rayos de plata
y su áureo candor.
Pero la mañana se asomaba
y sus ojos se cerraban
como niño cansado,
como viejo cansado.
Yo la arrulle cantando
y mis manos se volvieron lluvia,
entonces se disolvió junto con ellas.
Y no quedó más que irnos a soñar,
yo con estrellas en mis manos,
ella con mis manos que la rodean.
FABO