Hoy el frío invade todo,
llena el ambiente y la mirada,
llena el alma y el cuerpo pierde poco a poco
la idea de estar despierto.
La soledad llega de improvisto,
y yo que no tengo ni una sonrisa que ofrecerle,
me siento un mal anfitrión
en un hogar que no me pertenece.
El adiós se queda en nuestros labios
pero no decimos nada,
a veces el que calla
realmente lo dice todo.
Nuestra mutua ausencia se presenta
y hace una reverencia, casi burlona,
mientras nuestro orgullo se mantiene de pie
mirando a ninguna parte.
Las heridas ya no sangran, pero duelen,
y en la calle los perros ladran a un fantasma
que recorre los callejones
entre risas y llanto.
Es entonces que llegas, así como si nada,
la puerta se abre porque la casa te espera,
son tus brazos extendidos como rayos de sol
que llegan a iluminar el rincón más obscuro de no tenerte.
Te observo fijamente,
sin dudarlo y por reflejo
mis brazos se estiran para tomarte,
a pesar de ser vapor, ya no te escapas,
y susurras tiernamente, abrázame.
FABO