Las sábanas envolvían un recuerdo... más que un cuerpo. La tibieza aún no se escapaba de su piel y el color rosado de sus mejillas se aferraba a ellas como la hoja más débil de la punta de un árbol que se resiste a ser arrastrada por el viento. Su aroma suave aún podía percibirse a escasos pasos; y si uno guardaba silencio y se concentraba lo suficiente, su aliento se podía percibir por la habitación. Todo se sentía sumergido en una nostalgia profunda, tan obscura como un hueco profundo de la cueva más recóndita. Sus labios carnosos aún parecían guardar ese último beso, o tal vez era la esperanza de ese beso que la trajera a la vida, no me decido bien a bien cuál de las dos vertientes sería.
Caminé lentamente hacía su lecho, el silencio sacro se rompía con el eco profano de mis pasos golpeando la madera, malditos zapatos, los maldigo por romper el silencio de su callada voz que grita desde un paraíso cuánto nos amamos. Toqué su cabello suave que mantenía ese color claro como la miel, como pequeños rayos de sol de una tarde que cae rendida ante la noche, yo sentía mis dedos aún más fríos que los de ella, juro que podía escuchar el latir de su corazón como un tic tac del reloj más exacto, un sonido que invadía mis oídos, tic tac... tic tac... el tiempo se volvía nada, sin embargo ella seguía marcando ese ritmo... tic tac... cada vez más profundo... cada vez más intenso, poco a poco dejó de estar en mis oídos para retumbar en mis sienes, en mi corteza cerebral, en mi mente... tic tac... El zumbido de un pequeño mosquito me sacó de mi trance, también maldije al insecto, cómo se atrevía a despertarme del sueño de tenerla en mi mente. Caminé un paso más y tomé su mano fría, la cual absorbía mi calor, por el poco que éste fuera. Sentí como el frío recorría la punta de mis dedos, la mano, el antebrazo, el hombro... era extraño, pero en mi frenesí de temperatura creí notar su brazo menos pálido... sonreí... el nórdico frío seguía su marcha, recorría ahora ambos brazos, mi pecho... el vaho de mi boca se notó claramente como una pequeña nube creada por mí, dejé de sentir las piernas, los pies... y finalmente mi rostro entumecido. No siento nada más... no entiendo nada más, pero creo que la vi sonreír.
Cuando desperté, su mano tomaba mi mano aferrándose a no soltarla. Su gesto era sereno y podría decir que una sonrisa tímida se dibujaba en sus labios, su piel fría no tenía ni un rastro de color. Las lágrimas brotaban por montones, tanto que me sentía ahogada en un mar de tristeza... lo solté y me acosté a su lado "Bruto" le dije al oído mientras lo tomaba del cabello y jalaba de sus ropas... "Te dije que no lo hicieras... te lo dije". Dentro del bolsillo del saco encontré una pequeña nota "Te dejo lo único que siempre fue tuyo... mi vida"... De nuevo "Bruto... te dije que no me trajeras de regreso"
FABO
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