Veo mi muerte a través del espejo que sostengo con mi mano,
el impacto merma mi fuerza
tirándolo
y se rompe en mil pedazos,
será que me he vuelto inmortal
o será que mi reflejo se ha
marchado.
La nostalgia se
aleja por instantes
como abeja de un
panal
y de la misma
manera trae consigo
un poco más de qué
alimentarse.
Las brisas tiran memorias enredadas
entre sonrisas de viñedos
y copas de añoranza,
lleva a veces un vestido de flores blancas
y su sombrero de esperanza innecesaria.
Sus pies ligeros resuenan
como truenos lanzados del
Olimpo
todo a causa de sus
míticos tacones negros
que destruyen mis
pláticas con Morfeo.
La noche
cae y con ella las palabras,
mis silencios
hablan más de la cuenta
y tú que ni
cuenta te das,
sigues
callada mientras tu recuerdo
fúrico
grita desesperado su desgracia.
La pena no es por su
partida,
sino por lo que pudo haber
sido,
no sólo de pan vive el hombre
y a mí que me dejas en la
hambruna
del manjar de tu boca rosada.
Ya las llamas del
desconsuelo me alcanzan
y busco
apagarlas con agua de gotas saladas
con una
lluvia de falsas esperanzas,
el fuego
ingrato sólo mira con desdén
y calla.
No te quiero... sin
embargo lo hago,
como el ave que desea
emigrar con miedo en las alas
como estrella que teme a
la obscuridad callada
como manto que no cubre
nada.
Mañana al
igual que hoy
el sol
saldrá de nuevo, a pesar de todo
hasta de
ti.
Y yo con la cara al cielo
gritaré de lo más
profundo de mi alma
te amo, cierto es que lo
hago,
y ahora,
sigue tu camino
que yo te seguiré seguro,
desde mi rincón en lontananza.
FABO
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