Ya no tengo en mi mano la tormenta
que en tiempos remotos
explotaba con la fuerza
de tomar las riendas de mi vida.
Ya mi barca se aleja
por las serpientes de los ríos,
por los canales escondidos
de una noche tan cualquiera.
La vela mantiene la llama tibia
aunque tímida,
de una esperanza magullada
por sufrimientos tan ingratos
de despedidas amargadas.
Mis zapatos ya no quieren caminar
y mis pies se sienten aprisionados,
mejor me voy descalzo por el camino,
que así guio Dios mi llegada.
Me quitaré la camisa
el pantalón,
la piel y los huesos
hasta quedar
nomás en simple espíritu.
A ver si así me notas
en medio de la noche fría,
a ver si así te asusto
con mi pinta de alma en pena.
FABO
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