Resulta que un día sin más, me sentí astronauta y decidí salir de un mundo absurdo en el que todos predicamos amor y cuando uno necesita ayuda... nadie le tiende la mano, no sé si se me hacía algo irónico o algo hipócrita. Tome la primera nave que me encontré, casualmente fue la que hice de niño, aún se encontraba en buen estado, sólo necesitó algo de mantenimiento en el alerón derecho con cinta adhesiva de tecnología de punta. Probé los controles y me coloqué el casco, apretaba un poco más desde la última vez que lo usé, será que me crecieron las ideas, o peor aún, se me lleno la cabeza de sueños fracasados y lamentos mal sanos. Todo estaba en orden, el motor arrancó con el rugido de un león y sentí el golpe del despegue. Mientras iba en ascenso pude observar que todo se iba haciendo cada vez más y más pequeño; las hormigas, las personas, los autos, los edificios, las montañas, la Tierra, los problemas, las tristezas, la soledad, la miseria, el olvido y el odio... De pronto quedé inmerso en una obscuridad profunda en la cual relucían los soles, de todos los tamaños. Me recordaron a mis sueños, esos que brillan unos mucho y otros no tanto pero que se hacen presente en la obscuridad del desdén, de la indiferencia, de la falta de imaginación, de la aceptación por el hecho de resignarse a que "así son las cosas". Mi nave era algo pequeña pero tenía la fuerza para resistir el viaje, continué por un tiempo en lo que para mí era una línea recta, pero en un lugar así quién sabe dónde es arriba o abajo, izquierda o derecha; es decir, el rumbo no existe, existe la ilusión de un rumbo. No pude evitar compararlo con mi vida, ¿qué rumbo había tomado ésta?, para empezar ¿quién marca el rumbo?, viéndolo bien, no hay rumbo en una vida, porque no es una nave, porque no es un algo, la vida ES en sí, sólo debemos de encontrar nuestro destino, yo quería llevar mi nave lo más cerca del sol y me enfile a ello, yo quería llevar mi vida a la felicidad y me enfile a ella... Debemos de tener motivos y metas, pero los caminos... esos son una ilusión, esos los hace uno. Vi el sol que estaba frente a mí, pero tendría que pasar por un planeta bastante grande, supuse que mi nave podría atravesarlo así que aceleré, sin embargo al estar cerca de él me di cuenta de mi error, casi pierdo la punta de la nave y se agrietó un poco, desvíe el curso y decidí rodear el planeta, a veces me doy cuenta que mi obstinación puede hacer que enfrente las cosas sin motivo cuando es tan sencillo darle la vuelta y seguir adelante. Por fin pude acercarme al astro rey, mirar su luz, su candor, su fuerza y sabiduría. Y fui feliz... pensé en quedarme en ese lugar hasta que mi vida se extinguiera, ¿Pero de qué habría servido mi vida si no llevara lo que he aprendido en este viaje a los demás?... uno no puede ser egoísta y menos de conocimiento; una última mirada... giré y regresé a ese pequeño punto azul que había dejado atrás. Al acercarme pude ver como todo de comenzaba a hacerse grande de nuevo, es extraño, pero ahora que lo recuerdo lo primero que noté fueron simplemente las montañas... tuve un aterrizaje perfecto en mi habitación, bajé de la nave y pude ver el fuselaje algo dañado pero resistente... supongo que así sucede a veces, hay que permanecer resistentes a los golpes que pueden dañarnos pero no rompernos... me miré al espejo, mi cara se notaba exhausta pero por dentro me sentía renovado... conocí el espacio y me maravilló por completo, imagínense qué me esperaba por conocer mañana, en mi propio mundo...
FABO