viernes, 13 de febrero de 2015

Me gustaba verla sonreír...

Me gustaba verla sonreír, y no lo tomen a la expresión melosa de "es que su sonrisa es la mejor del mundo"; seguramente su sonrisa no era la mejor del mundo, sus labios eran delgados, es decir, no tenía esa boca carnosa seductora de comercial de chocolates prohibidos; sus dientes eran lindos, no de ese blanco que se ve en los comerciales de dentífrico, ni completamente derechos como las sonrisas de los artistas que salen en la televisión. De hecho sus dientes eran normales, como los que se ven en las filas de los bancos, del supermercado, de la parada de autobús... sin embargo yo al principio dije que me gustaba verla sonreír, no que me gustaba su sonrisa; y es que verla sonreír era divertido, siempre giraba un poco la cabeza hacia la derecha, entrecerraba los ojos y levantaba la ceja derecha levemente, casi imperceptible, podría pasar desapercibido para cualquiera pero no para el ojo entrenado de aquel que ha pasado sus noches estudiando cada movimiento que hacía, cada detalle en su rostro, como ese pequeño lunar junto al parpado derecho, o la cicatriz que se hizo por caerse de un columpio a los cinco años. Me gustaba verla sonreír porque en verdad lo hacía con ganas de sonreír; no vendía sonrisas vanas, no gastaba la energía de un sólo músculo en vender falsedades a quien estuviera a su lado, si tenía ganas de sonreír lo hacía y punto; ya fuera porque realmente dijiste algo con gracia o por que le daba un poco de pena, porque vio a alguien resbalar en la calle, porque recordó un chiste o porque finalmente lo entendió. Sabes... era sincera, no digo que fuera totalmente transparente, pues yo creo que nadie puede serlo por completo, pero ese sólo detalle en ella, el que su sonrisa saliera espontánea y sin frenarla o alentarla, que fuera como era, hacía que valiera la pena verla sonreír. A veces me pongo nostálgico y veo la tarde gris con su amenaza de lluvia, tal vez a todos nos ha pasado alguna vez, pero en mi caso algunas veces pienso si será extraño que las tardes como ésta sean las que más me recuerdan cómo me gustaba verla sonreír, será tal vez porque eso siempre me reconfortaba. Desde el principio, o sea, desde la primera vez que la vi sonreír me gustó observarla, y conforme pasaron más y más sonrisas, hacía lo imposible por verla así, sonreír y contenta, era como una droga para mí, no en el sentido de que fuera una adicción mal sana, muy por el contrario, era ese efecto de relajación, de felicidad, como el que te da comerte un chocolate o quitarte los zapatos después de caminar por largo tiempo, era refrescante, agradable, y me hacía sonreír a mí también. Algunas veces me preguntaron si estaba enamorado de ella, y la verdad es que nunca supe contestarles, no es que yo sea precisamente un experto en cuestiones del amor, no sé si el amor se define en que me gustaba verla sonreír, sin embargo, no creo que pudiera existir una razón más honesta para querer estar con ella; era esa necesidad de hacerla feliz para que sonriera, tampoco sé si fuera un motivo egoísta, ¿es egoísmo comprar un boleto cada domingo para entrar al museo y ver esa pintura que te hace sentir mejor?, ¿es egoísmo sentirte mejor por querer ver algo tan bueno que hace que las tristezas del mundo se te olviden por ese instante?, tal vez eso era el paraíso, el verla sonreír y que de verdad me gustara observarla; por ese breve lapso de tiempo que puede durar una sonrisa, por ese instante, yo era feliz y ella conmigo. Entonces pienso que el egoísmo sería no mostrarla a todo el mundo, sería como tener el mejor poema jamás escrito dentro de un cajón, una obra maestra de la pintura envuelta en trapos, o la mejor pieza musical que nadie escuchará jamás; pero no era así, ella sonreía todo el tiempo, al decir los buenos días, al agradecer algo, al sentir mi mirada perdida en su rostro buscando esa expresión renovadora; la compartía con el mundo, aunque el mundo a veces no la notara, no sé ... tal vez si estaba enamorado de su sonrisa... ahora ya comienza a llover y se escuchan las gotas estrellarse contra el pavimento, y... no sé... me gustaba verla sonreír....  

                                                                                                FABO