Sobre las copas de los árboles caía el sol en pleno, vivificante en una mañana clara con un aire tenue que recorre el espacio con levedad; volteé a ver el cielo claro y despejado por unos segundos y eso me hizo notar que la calle se encontraba de la misma manera, totalmente despejada, me detuve por un instante y giré mi rostro para tener una perspectiva total de la calle. En la esquina no estaba la señora Mari vendiendo sus ricos tamales, en el edificio de enfrente no estaba Rosa la vigilante, y unos pasos más adelante no se encontraba la señora del aseo del edificio azul con número 54, la que a esa hora siempre barre la calle.
De igual forma el arroyo vehicular se encontraba más despejado de lo normal, al doblar la esquina la escuela estaba menos ruidosa y no se encontraba la señorita que vigila la puerta, en cambio se encontraba un nuevo vigilante.
Seguí mi camino algo desconcertado, el día se sentía sólo, como si una parte fundamental de la vida hubiera desaparecido. Llegué a la oficina y tomé el elevador, a esta hora siempre me encuentro con la hermosa chica de la oficina del 4o piso; pero hoy no fue así, no sentí su dulce aroma invadir el ascensor, no sentí su linda mirada ni su dulce voz decir "buen día" con esa hermosa sonrisa. No la vi en su hermoso traje sastre con su cabello recogido. No la vi, y eso me llenó de profunda inquietud.
Al entrar a la oficina Pamela no estaba para decirme su característico "buenos días ingeniero" ni la Lic. Verónica para regañarme por haber hecho mal la póliza de gastos.
Todos los demás estábamos laborando con "normalidad" si es que se le puede llamar así, pero algo no funcionaba, algo no estaba bien, la ausencia de todas ellas pesaba y hasta cierto punto dolía; entonces me puse a reflexionar en la falta que me hacen todas ellas, en lo acostumbrado que estoy a su presencia y lo complementarias que son en mi vida. En lo necesarias que son para sus padres, sus parejas, sus hijos, para toda la sociedad y para todo el mundo. En cómo su belleza, y no hablo sólo de su aspecto, sino de esa que irradian sólo por ser ellas, llena nuestra vana existencia y pueden convertirla en algo sublime. Me sentí vacío y un nudo grave se formó en la boca de mi estómago al pensar ¿Y si mañana no las viera de nuevo, o pasado, o en un mes...? Lo imposible de ese pensamiento me hizo recargarme en el asiento y ver el techo con la luz blanca fría... fría como mi día sin ellas.
Pensé en mi madre, mi hermana y mi sobrina... En las madres, hermanas y sobrinas de alguien más y que a ellas también yo las extraño.
La falta de ellas, de todas, es impensable, innecesaria y dolorosa.
Hoy no sólo yo te extraño... hoy te extraña toda una nación... hoy te extraña todo el mundo...
FABO
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