Las ramas
ascendían por un muro invisible, como si de un cristal tan transparente se
tratase que a simple vista no podría decirse si existía o no, sin embargo, las
ramas seguían su vereda imparable guiadas más por la decisión que por la
naturaleza, o sería que su naturaleza era ser decididas.
Las flores
salían cada cierto espacio, unos pétalos suaves multicolores se esparcían
creando una alfombra tersa sobre una rama húmeda; al tacto era como tomar una
tela de terciopelo recién lavada. Buscando más abajo noté que el tronco era de
un color verde grisáceo, el cual, si ponías atención lograbas escuchar cómo
crecía lentamente, un sonido profundo, gutural y algo seco, como cuando estiras
una liga.
Fui mirando más
abajo y noté que las raíces estaban suspendidas, alimentándose de pequeñas
nubes las cuales se arremolinaban alrededor de ellas brindando su húmeda
existencia a aquel árbol tan maravilloso, la brisa refrescaba, y el sol en
pleno daba sus rayos sin tregua.
El árbol seguía
creciendo y creciendo, todo esto era tan improbable, no entendía el porqué de
la existencia de este árbol en medio del cielo... de la nada, no entendía su
afán de crecer y crecer hasta tocar el sol, ¿por qué tal esfuerzo?, ¿Por qué
ese afán de lograr lo imposible? no era lógico...
Pero al mirar
fijamente por un largo tiempo por fin lo entendí...
No era lógica,
era amor.
FABO
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