Mi memoria se desprende de tu nombre
sin embargo,
mis labios no dejan de pronunciarlo
como si tuvieran vida propia.
Mis manos sienten tu cintura
y acarician el aire
describiendo la curva exacta
de una cadera inexistente.
Mi nariz percibe tu aroma
en las flores,
en la tierra,
en la lluvia.
Mi piel siente tu calor
en lo más helado de un invierno,
la suavidad de tu rostro
está impregnada
en la punta de mis yemas.
Mi cuerpo no acepta tu partida
y se aferra a ti más que a mí,
mi mente lucha día a día
en una batalla perdida ante los sentidos,
esos que son fácil de engañar.
Pero en las noches,
mi mente rendida
cae a los pies del sueño de tenerte,
hipócrita, y ella que tanto me dice
que ya no debo de extrañarte.
FABO
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