jueves, 26 de noviembre de 2015

Y tú qué tal...

Hola, te escribo porque hace mucho que tengo tanto que decirte, tanto que platicarte y tanto que recordar. La casa sigue igual, aún se refleja en verano la sombra de la planta que parece una mujer de perfil joven, ¿recuerdas que le pusimos tu nombre?, fue una tarde tibia cuando notamos que la sombra poco a poco se dibujaba y se acomodaba perfectamente a tu rostro mientras observabas por la ventana como caía el sol lentamente; recuerdo nuestra sorpresa cuando descubrimos que era el simple reflejo de las ramas de la planta nueva que compramos; siempre pensamos que era una señal. Que impresión que la naturaleza en sí refleje todo lo que uno ama. La calle sigue solitaria, algunos autos pasan rompiendo el silencio por la noche, sus faros iluminan por instantes y todo cobra vida por momentos, pareciera que las sombras corren tras esa luz efímera como aferrándose a su vida. Recuerdo esas noches en las que salíamos a ver la calle inventando historias de las sombras, cómo era su mundo, por qué su intensa lucha de seguir una luz, por qué esa necesidad de estar un poco más en nuestro mundo. Ayer llovió, las gotas sonaban como un murmullo bajo al caer sobre las hojas de los árboles, me gusta escuchar la lluvia, sentir ese aroma tan suyo, ese aroma que deja en todas partes para que a todos nos dé melancolía cuando se marcha, esa misma tarde encontré el perfume que dejaste, pensé... que coincidencia... sin embargo bien sabemos que tú y yo no creemos en coincidencias, apreté con delicadeza el botón y de repente el ambiente se llenó de ti, fue grato sentir por un momento que te encontrabas en la sala, esperando que llegara con Benedetti, y escuchar tu voz "otra vez Benedetti" y yo te dijera... "si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y mi todo..." mientras sueltas esa sonrisa de resignación y te acomodas dentro de la cobija roja, la que es muy suave, como tú. Los días han pasado con levedad, del trabajo no me quejo, ya sabes que trato de arreglar el mundo un problema a la vez desde mi oficina cuadrada. Me gustaba cuando venías de imprevisto, así, de la nada, con un dulce y una sonrisa; cuando me robabas para ir a comer, y yo haciéndome el difícil pretextando mil cosas por hacer, sólo para parecer interesante... mientras me iba colocando el saco y acomodaba mi corbata para salir, tan falso decir que no podía estar contigo, si en verdad no existía nada más que quisiera hacer en el mundo. La oficina sigue igual, sólo que ahora ya no miro de reojo expectante a tu llegada, por días lo hice hasta que me llegó la resignación de que no sucedería más. El otro día fui a tomar un café al lugar que esta frente al parque, ¿lo recuerdas?, ese que te dije que me inspiraba; una joven se sentó en la mesa de enfrente, enfundada en un abrigo negro, con los labios de un rojo intenso y sacó un cigarrillo; es obvio que era una estampa tan tuya que me robó una sonrisa, creo que ella lo notó porque me miró con su rostro lleno de extrañeza, la mire por unos instantes pensando si de verdad no eras tú, la realidad me llegó de golpe, aunque bien sabía que no eras tú la esperanza siempre me juega bromas de éste tipo. Pienso realizar un viaje, a la playa, a esa que está escondida bajo las rocas, la que tanto quise presentarte, voy para perderme en la inmensidad del mar, sentir su calma a ver si le puedo aprender algo; te llevaré conmigo, aunque no físicamente, pero siempre te llevo conmigo a todas partes, me abrazas en silencio y yo cierro los ojos para sentir tu cuerpo tibio y exacto entre mis brazos. En general mi vida no marcha mal, tu ausencia es algo con lo que por fin aprendí a lidiar, me ha hecho descubrir lo mucho que te quiero, tanto, que no necesito que estés a mi lado para hacerlo, tanto, que espero que la felicidad te esté llegando a montones, ya sea en brazos de alguien más, en tu soledad o en compañía del mundo. Por fin todo está bien conmigo,  y tú... qué tal...

                                                                                                            FABO        

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