jueves, 6 de marzo de 2014

Nuestro paseo...

Al caminar los pasos sonaban con el crujir de las hojas secas tiradas sobre la hierba, el viento soplaba tenuemente revolviendo mi cabello y levantando un poco de hojarasca; la tarde se notaba dorada con los rayos del sol atravesando las copas de los árboles que se mecían de un lado a otro; si uno se fijaba bien las sombras que proyectaban parecían bailar al ritmo del viento con ese sonido tan particular que crea al acariciar las hojas; yo seguí caminando como si ella estuviera a mi lado, platicaba con ella, le decía "te quiero" muy suavecito, como si le estuviera contando un secreto, sé que ella sonreía porque por imposible que pareciera aquellas palabras lograban entrar por sus oídos hasta reposar en su alma tranquila y alegre; la tristeza de habernos separado a destiempo se había esfumado con el paso de los días, ahora el recuerdo de nuestro caminar por el bosque nos reconfortaba a ambos. Yo amaba este recuerdo o sueño o lo que fuera, porque vivía dentro de ella, lo más triste de todo era cuando tenía que alejarse de mí y regresar a lo de siempre. Llegue por fin a la cabaña, la de tonos cafés y aroma a recuerdo fresco, entré y limpié mis zapatos en el tapete azul, colgué el abrigo y la bufanda, me quite la gorra gris que ella me había tejido y la puse sobre la chimenea, que como siempre estaba encendida, me acosté en el sillón y me cubrí con la manta roja, tapando desde mis pies hasta el cuello; me quedé observando el techo de donde pendían los adornos de estrellas que hicimos juntos; sonreí y estirando mis brazos con el cansancio de aquel recorrido le dije "hasta mañana" con la sonrisa en los labios, fue entonces que me quede dormido... fue entonces que ella despertó.

                                                                                                                FABO