jueves, 12 de septiembre de 2013

El abuelo...

El abuelo tenía el rostro firme, las manos duras, el cabello chino y blanco, el cuerpo cansado y el alma grande; de pequeño me sentaba en sus piernas y me decía, "espero que cuando crezcas no olvides de donde vienes, que yo fui tu abuelo, y que aunque puedo sonar loco soy de los más cuerdos" y me despeinaba mientras se reía, claro que no entendía ni que me decía pero lo escuchaba porque siempre sacaba un dulce después de que me hablaba. Más tarde yo crecí y el abuelo también, me decía que fuera hombre de bien, que en sus tiempos tener buen caballo no significaba ser buen jinete, que la vida era dura y por eso había que ser más duros, que defendiera a los míos que ellos me defenderían a mi, que el amor era para la familia, el dinero para gastarse, el vino para tomarse y la cama a veces para dormir, a veces para soñar... Me decía que él iba a misa porque de joven no se llevaba bien con Dios, pero ahora que era viejo se entendían un poco mejor; cuando me despedía me decía que regresara y entrara sin tocar que esa casa no era de él ni de nadie, sino de la familia, y la puerta siempre estaría abierta para que entrara cuando quisiera; cuando el abuelo se fue, sentí tristeza y soledad, me quede pensando todo lo que alguna vez me dijo, pensé que me hubiera gustado conocerlo un poco más y que él me conociera a mi; sin embargo nos conocíamos más de lo que pensaba, su sangre corre por mis venas y estoy seguro que algún día... el abuelo seré yo.

                                                                                       FABO

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